NELO
Sí es raro que me ocupe de animales en el sentido estricto de la palabra. Pero a este
perro lo he conocido de vacaciones. Y estoy seguro que como dicen sus dueños a más de
uno le hubiera gustado llevar “su vida de perro”. Ahora está en sus últimos años de
existencia. Se le ve cansado, casi, creo, no distingue lo que hay a su alrededor, camina
lento. Agradece cualquier caricia y sabe quien le quiere bien. Devora trozos de pan seco
cual manjar traído de las mejores cocinas para su deleite. Sabe su trayecto: cocina,
pasillo, jardín, y vuelta a empezar. A mí creo que en el fondo está pensando que hemos
llegado extraños a la casa. Seguro que en otros tiempos, pensará, él sería uno de los
protagonistas. Ahora se limita a imaginarnos en el Retablo de San Ermegol, pues oye
lejanas, en su imaginación, las campanas de la catedral donde tiene lugar el
acontecimiento. Se imagina el milagro, las antorchas que iluminan la parte final del
entierro, la torre, los protagonistas del pueblo, los efectos de luces; en fin ese magnífico
espectáculo que se desarrolla año tras año con la ilusión de los lugareños, con las
anécdotas de cuando todo se hacía a mano…
Le hubiese gustado venir con nosotros a la travesía de montaña. Pasar un par de horas
de aquí para allá, con el sube y baja del camino, llegarse a la fuente, mojarse un poco,
chapotear entre nosotros generando algún sobresalto. Y por fin alcanzar la cima de la
ermita. Seguramente no le gusten los caracoles como a nosotros, ni el conejo; es una
lástima, nos esperaría a la puesta de la casa de comidas.
En el mercado Cátaro de Castellbó hubiera armado un buen revuelo, seguramente no
hubiera probado ni las cervezas artesanas, ni comprado licores, ni visto danzas ni
mercadillos. Se habría quedado a la sombra del pico más alto de la zona, viendo ese
magnífico paisaje que ofrece todo el valle y zona de lo que se conocía como el Condado
de Urgell. Casi se imaginaría el recorrido del Segre: lugar paradisíaco entre bosque y
agua. Nuevamente a las puertas de las mejores casas de comidas de la zona. Ni arroces
de montaña, ni los veinte platos servidos con la explicación necesaria; serían probados
por él: sigue jugando y comiendo su mendrugo.
Supongo que,como a mí, las curvas y toboganes le traen un cierto mareo aunque las
vistas pirenaicas andorranas le dejan sin aliento. Parece que uno se encuentra más cerca
del cielo, silencio, reposo, relajo, el tiempo parado; ni siquiera algunos deportistas
pasando cerca te despiertan del pequeño sueño, la tranquilidad de sentirse libre por un
momento: el sueño de Nelo quizás.
Ya nos tenemos que despedir perrito. Sí ya sé que antes te gustaría que nos diésemos la
última vuelta por la Seu. Recorremos el mercado. Es día de ello. También nos vamos a
ver el circuito acuático importante, con su recorrido paralelo para paseantes, donde tienes
que ir con especial cuidado no vayas a dar con tus huesos en el canal olímpico…
Ahora, como dice la canción, ya solo nos queda el recuerdo. Y me trae la nostalgia de don
Juan Ramón Jiménez, el de Platero… “ Es pequeño, peludo, suave: tan blando por fuera,
que se diría todo de algodón, que no lleva huesos. Solo los espejos de azabache de sus
ojos son duros cual dos escarabajos de cristal negro”… “Tú, Nelo, estás solo en el
pasado. Pero ¿ qué más te da el pasado a ti, que vives en lo eterno, que disfrutas como
lo hemos hecho nosotros estos días, cada mañana, viendo esa montaña El Cadí, con sus
cambios de colores, el embrujo perpetuo de estos maravillosos parajes?.”
NELO
Escrito por Allopez en Familia, Ocio el agosto 28, 2014 5:39 pm / sin comentarios
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