LA BODA:

Sí, la ilusión de Raquel y Santiago. En este maravilloso día 22 de junio de 2013. Parece que se han juntado todas las constelaciones: amanecer soleado, situación perfecta para disfrutar de unos momentos que haremos y les haremos inolvidables. La ermita de Nuestra Señora de la Cuesta reluce como uno de los jueves que relumbran más que el sol, en lo alto de Escobar, cuna de los López Herrero, donde seguro que la abuela Teodora y el abuelo Jaime, en otro alto se miran y se dicen: “seguimos ahí, mira los nietos”; se les cae la baba a los originarios de nuestra estirpe. Pero llega el momento, como dice la canción: radiante va la novia. Rediós ¡qué guapa!, lo siento Santi ha eclipsado tu entrada. Su mirada, su porte, el vestido precioso, palabra de honor me dicen al oído, resalta una figura traída del Olimpo cual vestal griega, para deleite de propios y extraños, los familiares y los amigos. Se ha iluminado el reciento, la pareja con una mirada cómplice lo dice todo: amor y seguramente ese cosquilleo nervioso de varios días han visto colmadas sus esperanzas. Los más pequeñajos ponen otro colorido, el siguiente futuro. Se dan el “sí quiero”, frente a los acompañantes, en el altar, como los buenos toreros, valientes y decididos. Toda una vida por delante, que para bien sea y nosotros los veamos.

Ahora toca rematar la faena y nos trasladamos al emporio de los “Cándido”, en Segovia, saga que no merece presentación por sus exquisiteces culinarias. Para la familia otro reencuentro inolvidable. Hace tiempo que algunos no nos vemos y sabemos, sin embargo, que hemos estado presentes. Los padres se han encargado de ello. Nos pondremos el listón muy alto. Tendremos que enseñar a las nuevas generaciones quienes somos y de donde venimos, nuestras raíces. El recuerdo no tiene que ser el olvido. Por todo ello he disfrutado, hemos disfrutado. La dulzaina y el tamboril nos hacen sentir la tierra: donde hemos visto trillar, salir a dar el riego para las remolachas, la cabra, las gallinas, el corral, el pozo de agua cristalina, Fierabrás el perro,.. La tradición está presente, los novios y padrinos, como buenos anfitriones, se preocupan por los invitados durante el ágape. Todo ha salido perfecto, os lo garantizo.

El final: nuevamente nos maravillan. Ese baile de la pareja, ya totalmente relajados, la canción escogida. Su mirada sigue intacta: “derroche de amor, cuanta ternura,..”

Pues ahora sigue la vida, y la llama, como la buena tierra de la cual venimos: hay que seguir cultivándola, día día, regándola un poquito; y la lumbre que no se apague vigilándola en todo momento.

Muchas gracias por habernos permitido compartir este día tan maravilloso. ¡Vuestro día!

Ceremonia en la ermita

Degustando buenas viandas