Leo el artículo de Cristina Segura y se me saltan mis lágrimas en el corazón. Será por los olvidos de esa España olvidada. Alguien, siempre, cuando ve una boina un pueblo de interior se le llena la boca de caspa. Todo lo asocia con el franquismo. Todos éramos colaboracionistas fascistas. No era suficiente con subsistir intentar llenar el estómago todos los días, aspirar a que tus hijos alcanzaran un bienestar que ellos no habían disfrutado.

Ahora nos están dando lecciones, nuevamente, los señoritos, los nuevos eclesiásticos. En fin, que se me calienta la boca y no está el tiempo para lamentaciones y críticas de resentimiento y excusas de mediocres. Yo a lo mío, en esta parcela siguiendo con mis granitos de arena