EL ASIMÉTRICO TRATAMIENTO DEL DINERO Y LOS DATOS EN LA UNIÓN EUROPEA
De un tiempo a esta parte se ha puesto de moda hablar del valor de nuestros datos personales, y decir que son como el dinero, en el sentido de que constituyen nuestro pago por muchos servicios gratuitos que se nos prestan a través de Internet. El ejemplo paradigmático de ello es el buscador de Google. Incluso ha surgido un aforismo para describir esto: “si algo es gratis, es que el producto eres tú”.
Haz con el dinero lo que quieras (no con los datos)
El valor subjetivo del dinero y de los datos
Una cuestión:
¿Y por qué se protegen menos nuestros derechos respecto al dinero depositado en un banco, que aquellos en relación con los datos personales depositados en una empresa?
Una respuesta:
Una posible respuesta tiene que ver con lo dicho anteriormente: todo el mundo sabe cómo utilizar el dinero para conseguir cosas, muy pocos en cambio saben qué hacer con los datos personales. Y, claro, a los Estados les interesa más acceder al dinero de sus ciudadanos, que a sus datos personales (¿o quizá no?), lo que ha dado lugar históricamente a una especie de oligopolio colusorio entre Estados y banca para facilitar el acceso al dinero, sea por la vía de inflación o por la de deuda pública. En estas condiciones, la regulación de los bancos procura que nadie se haga mucho daño, buscando al mismo tiempo la apariencia de que se protege mucho al ciudadano.
Esta colusión no ocurre, en cambio y de momento en Europa[1], con las Big Techs, que además no son europeas. Así pues, a estas sí se les puede dar leña hasta la saciedad para que protejan una cosa que es relativamente poco interesante a sus “propietarios” quienes además no sabrían sacarle valor.
Y, de paso, ponerse la medallita con el ciudadano allá donde al ciudadano le importa menos, en lugar de dónde realmente debería hacerlo, de paso previniendo las graves crisis económicas a la que la permisividad con los bancos no aboca una y otra vez
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