Manilo y yo salimos a la calle.
No os asustéis, no vamos de “manifa”, hace muchos años que lo dejamos. Ahora pienso que no lo hicimos nunca. Fueron sueños, pesadillas, aquello de lo que podía haber sido y no lo fue. Saber itinerarios de grises, cortar calles, amenazar a pobres transeúntes. Hacer de matones sin darnos cuenta. Participar las vísperas en las reuniones clandestinas, bien direccionadas, para ser mejor ejecutadas.
Ahora salimos temprano, no, hoy no tomaremos el aperitivo, solamente nos dedicaremos a pasear, mirar a nuestro alrededor. Estos no salen en los telediarios, me dice. Si nunca los ves, no pones la tele. Pero me lo cuentan se ríe. Desde lo de Gamonal parece serio. Lo de ocupar las calles ya no le gusta. No cree en las casualidades y menos si mira las fechas de calendarios electorales. Ahora ya nadie se corta. Fíjate en lo de Iñaki y Zapatero. Aquí nadie se inmuta. Con lo fácil que es coger la mochilita y para casa. Ni García se corta un pelo. Es el dueño de la clínica donde murió Suárez y sale de buenas a primeras. Gusta más un micro o una cámara que una piruleta. Me recrimina que me estoy volviendo multimedia. Le digo que no sé qué es eso. Me adapto, a las nuevas herramientas. Sin embargo me cuesta mucho, cada vez más, tener referencias fiables. No sé si veo una excelente y coherente exposición de hechos o estoy consumiendo un publireportaje. Salen, dicen, nuevas profesiones. Yo me lo creo, incluso intento adivinar o estimar algún futuro que me realmente aporte algo diferente. Manilo sigue pensativo, reflexivo. ¿Nos hemos vuelto cobardes, conservadores, como decía nuestro profesor, don Roque Pozo, de Historia Económica? A medida que pasa el tiempo tememos, quizás, perder lo conseguido. Ahora lo llaman progreso el mantener privilegios de casta, derechos sociales, sanidad, educación,.. Cuando preguntas qué Sanidad, qué Educación; te miran con cara de asco y resentimiento si no llevas sus camisetas. Traidor de clase, defensor de un capitalismo salvaje, manipulador y especulador. No piensas en los pobres, en los desfavorecidos, en los que no tienen una vivienda digna, un trabajo digno. Menos mal que nosotros, los dos, nos dignificamos. Hoy no toca mesa, continuamos la caminata. Llevamos la mirada baja, me doy cuenta que no nos hemos parado para mirarnos el uno al otro. Nos toca mirar la calle. La siguen limpiando, siguen abriendo las tiendas, el mercado es un bullicio, las furgonetas continúan descargando, el kiosko tiene las mismas condecoraciones, desde hace meses; tan limpio en otro tiempo. Nos vamos a sentar junto al río pese a la hora y el aire que sopla. Estamos muy tranquilos, cansados diría yo. No solamente por las casi dos horas andadas. El tiempo ha pasado rápido, no nuestro encuentro de hoy. Ya nadie lee en voz alta con los alumnos. Cometimos errores de adoctrinamiento, consciente o inducido. Creíamos en utopías. Igual que ahora me dice Manilo. Ya.
Me doy cuenta que la calle ya no es la misma, nosotros no somos los mismos, ellos no somos nosotros. Tan solo la mierda, los cascotes, sí que son los mismos, el que limpia es el mismo.
En fin, creo que por eso, hoy nos tocaba la calle, en homenaje a quien limpia y además paga por hacerlo; aunque crea que recibe un salario.
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